Uno de los cambios recientes más radicales en la práctica médica ha sido la caída en picado del entusiasmo por las hormonas femeninas (estrógenos y progestágenos). Se pensaba que, al llegarle a la mujer la menopausia, y fallar la producción natural de hormonas, se podrían lograr grandes beneficios con una terapia sustitutiva mediante píldoras con estas hormonas.
Muchos estudios epidemiológicos han asociado ya consistentemente el uso de anticonceptivos combinados (estrógenos y progestágenos) con mayor riesgo de cáncer de mama
Pero en 2002, el mayor ensayo jamás hecho con hormonas femeninas se detuvo porque aumentó el cáncer de mama (un 26% más con hormonas que con placebo), el infarto (29% más con hormonas) y los accidentes cerebrovasculares (un 41% más con hormonas). Desde ese momento se decidio no recomendar el tratamiento rutinario con estas hormonas.
Las hormonas exógenas que se usan en la menopausia sólo pretenden sustituir a las naturales. Otras hormonas de estas mismas familias se usan como contraceptivos en mujeres en edad fértil. Estas son mucho más potentes porque no pretenden sustituir a las endógenas, sino impedir su producción natural. Suelen tener una potencia unas 6 veces superior. Esta dosis exógena alta que contienen los contraceptivos inhibe la ovulación y detiene otros procesos fisiológicos normales.
Desde que cayeron en desgracia las hormonas exógenas en la menopausia ha crecido el interés por valorar los riesgos de los contraceptivos. Esta valoración es muy importante, dado el inmenso número de mujeres –más de 100 millones– que los usan habitualmente en el mundo. Por eso, incluso un pequeño aumento de riesgo individual puede traducirse en muchos miles de casos atribuibles a estas hormonas.
Muchos estudios epidemiológicos han asociado ya consistentemente el uso de anticonceptivos combinados (estrógenos y progestágenos) con mayor riesgo de cáncer de mama. Se ha dado por admitido desde hace años un aumento del riesgo para las consumidoras actuales o recientes. Este efecto se observaba sobre todo en mujeres menores de 35 años que habían comenzado a usar contraceptivos antes de los 20 años y antes del primer parto a término.
Un nuevo estudio publicado en diciembre de 2017 en The New England Journal of Medicine “Contemporary Hormonal Contraception and the Risk of Breast Cancer” valoró a una inmensa población y posee excelentes características metodológicas. Fue un estudio prospectivo de casi 1,8 millones de mujeres de toda Dinamarca, inicialmente libres de cáncer o de trombosis venosa y que no habían sido tratadas por infertilidad. Durante una media de 11 años de seguimiento se identificaron 11.517 casos nuevos de cáncer de mama. Se observó un 20% más de cáncer de mama en términos relativos en consumidoras actuales o recientes de contraceptivos que en no consumidoras.
Este exceso significativo de riesgo subía si habían usado más tiempo los contraceptivos, con un incremento relativo del 38% si los habían consumido durante 10 o más años. El riesgo elevado de cáncer de mama persistía después de dejar los contraceptivos, si éstos se habían usado al menos 5 años. Los contraceptivos más recientes, al igual que los antiguos, elevaban el riesgo de cáncer de mama. Ningún preparado contraceptivo están exento del riesgo.
La combinación de estrógenos y progestágenos usado en los contraceptivos produce cáncer en modelos animales. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) concluye que aunque no haya riesgo asociado a contraceptivos para los cánceres de endometrio y colo-rectal, y aunque los contraceptivos prevengan el cáncer de ovario, sí que existen pruebas suficientes en humanos de la carcinogenicidad de los anticonceptivos combinados (estrógeno-progesterona) y es definitivo que aumentan el riesgo de cáncer de mama, de cuello de útero y de hígado (por eso los clasifica como carcinógeno grupo 1).
Un mes antes, en la revista del American Journal of Psychiatry publicaba otro macroestudio “Association of Hormonal Contraception With Suicide Attempts and Suicides” también de alta calidad científica, esta vez con casi medio millón de mujeres seguidas más de 8 años, y constataba un fuerte aumento del riesgo de suicidio (y de intentos de suicidio) en relación con el uso de contraceptivos. Estos resultados son coherentes con el mayor riesgo (especialmente en chicas más jóvenes) de desarrollar episodios de depresión cuando se exponen al uso de contraceptivos, como publicó en 2016 JAMA Psychiatry.